viernes, 8 de abril de 2011

Encuentro

Se conocieron una noche, lluvia y viento Mucho café, muchos libros, mucha charla. Se conocieron y pensaron en secreto, Hubo mucha confidencias, y misterio, Hubo gestos y palábras y el deseo Que crecía y crecía como en sueños. Cuando se vieron, se miraron en silencio, Los envolvió la fantasía Y en un viaje, Se encontraron como locos en un cuento, Y volaron sobre sus limitaciones Navegaron sin timón hacia otro puerto. La realidad los devolvió rapidamente A este mundo burdo, casi hueco, Él la recordó de ojos inmensos, Huesos largos, pelo al viento. Ella se quedó con una imagen, La de una boca besando algún recuerdo. Así se despidieron, sin palábras, Ya todo estaba dicho, hasta el silencio. Él la recordó cruzando un puente, Ella se quedó con su mirada, Que no supo si es de amor o es de miedo, Se conocieron una noche, y una tarde, Se besaron en silencio. Una noche se amaron como nadie, Con la luz él dijo “adios” ella “lo siento”.

La recuerdo

La recuerdo como la vi por última vez, en una esquina de una calle cualquiera, esa que lleva a todos los lugares de una ciudad cualquiera. La recuerdo con su mirada de niña cansada, agotada por el tiempo, la fatiga, ésa que da el saberse querida pero no amada. Tenía una bufanda roja, siempre roja, que la envolvía y la dejaba casi como un buen regalo en la esquina de una calle que lleva a cualquier lugar. Olía a jazmines, siempre jazmines, ésos que vendían hace mil años en los puestos de una ciudad de un país cualquiera, que la espera, la expulsa, la vuelve a recuperar, pero ella estaba allí, en la esquina de una calle cualquiera que lleva, tal vez, a la esquina de otra calle. Tenía en la mirada dos estrellas, y era raro, porque la noche no había caído, pero sus ojos iluminaban el sendero de una calle que lleva a un lugar que no conozco todavía. Recuerdo muy bien su sonrisa, no era una bella sonrisa, nada en ella era bello, sino cálido, húmedo, profundo. Nada en ella era hermoso, pero sí sagrado como el pan caliente de todos los días en la esquina de una calle que no se dónde lleva. La recuerdo y me parece verla, me parece tan cercana, tan humana, que puedo extender la mano y tocarla. La recuerdo en esa esquina. La recuerdo como si fuera yo misma. La recuerdo y me recuerdo. Tenía bufanda roja y olía a jazmines. Me recuerdo. La luna reflejaba mi recuerdo, ojos de estrellas. Me recuerdo antes de atavesar esa esquina, ésa que está en una calle cualquiera que lleva inevitablemente a mi vida. La recuerdo como la vi por última vez, antes de esta muerte.