lunes, 21 de noviembre de 2016

Presentación del libro "Palabras pensadas"

Sábado 19 de Noviembre del 2016
Presentación del libro Palabras pensadas
Con mi relato El balcón indiscreto

martes, 15 de noviembre de 2016

III Charla de Historia y Literatura en el Parque Avellaneda. Tema Literario: El Rosismo desde la mirada unitaria. La cautiva y El matadero, de Esteban Echeverría

La representación de la violencia en la Literatura de la época. La cautiva y El matadero; el caso de Echeverría

Existe en los orígenes de la Literatura Argentina una metáfora utilizada por los diferentes autores de la generación del ´37, entre ellos Echeverría, que es la metáfora de la sangre, lo vampírico y lo monstruoso para referirse a la figura de Juan Manuel de Rosas en su segundo período de gobernador de la Provincia de Buenos Aires; metáfora que se desplaza hacia su entorno  y que lo presenta como ser un bebedor de sangre, un monstruoso con prácticas nocturnas, en un contexto tenebroso y nativo de tierras bárbaras, como señala Ferro en Barbarie y Civilización , y que es definido por sus adversarios por los efectos que provocan sus actos tanto públicos como privados. Esta metáfora llega a impregnar todo lo que no sea visto por este grupo de intelectuales  bajo la “buena luz de la civilización”.
Como son muchas las obras literarias que abordan este período, opté por centrarme en las dos obras más representativas de Esteban Echeverría: La Cautiva (1837) y El Matadero (1840), respectivamente; pero podía haber trabajado, también de Esteban Echeverría: Elvira o la novia del Plata (1832); o de Hilario Ascasubi: “Isidora la federala y mazorquera”, “La refalosa” (1843); de Domingo F. Sarmiento: Facundo (1845) o de José Mármol: Amalia (1851-1855). Todas ellas muestran la barbarie, la sangre y el vampirismo de un solo lado, negando o marcando una sospechosa ausencia del lado de los unitarios.

El Vampiro
Gabo Ferro en Barbarie y Civilización  afirma que la figura histórica del Vampiro se venía desarrollando en Europa en países donde reinaba la ignorancia como por ejemplo en  Polonia y  en Hungría,  que pasa a los países civilizados, Francia entre ellos,  para llegar finalmente  al Río de la Plata a mediados del XVIII como “un efecto no deseado de la producción de escritores e intelectuales europeos y que el interés de los porteños aportó durante su formación formal o informal o como efectos de sus viajes” (Ferro. 2008:  231) Esta imagen llega a Buenos Aires por medio de dos líneas: una la Ilustración y la otra el Romanticismo. En éste último movimiento es donde los escritores opositores a Rosas, Echeverría entre ellos, descubren en esta imagen y en su contexto ciertas características que aplican a la figura del Restaurador; así la creación del “vampiro rioplatense” pasa a ser un sincretismo de elementos europeos que se incorporan a los autóctonos para aparecer en las diferentes producciones literarias de la generación del ´37.
Los escritores Rioplatenses ampliaron esta imagen del “vampiro”, la cual deja de ser simplemente la figura del muerto que sale por la noche, chupa la sangre de sus víctimas que luego quedan a su merced, para pasar a ser definido como un monstruo capaz de alternar entre la vida y la muerte, ser una figura creada por un vulgo ignorante y fanático que es producto de la barbarie.
Si tenemos en cuenta las lecturas que Echeverría realizó en Francia, Víctor Hugo entre otros, y las realizadas en Buenos Aires, como Alejandro Dumas; podemos pensar en dos cadenas semánticas, la primera bajo la luz de la civilización, en la que encontramos los conceptos de  ciudad, ley y justicia contraponiéndose a una segunda, que está conformada por la oscuridad de la barbarie, que se aloja en un lugar otro como es por ejemplo el desierto, con una absoluta falta de justicia y de ausencia de ley.
Pensando que el Río de la Plata está dominado por ésta última se comprende el nacimiento del “monstruo”, que más que la persona de Rosas pasa a ser “el rosismo”. Ferro se refiere a la definición que hace Esquilo acerca de los monstruos puntualizando que son aquellos que han sido desterrados de la Polis por haber transgredido la Ley  de la ciudad. Su accionar los transforma en seres carentes de humanidad, condenados al ostracismo y a marchar al lugar representado por el desierto; lugar en el que encontramos a los “vampiros” del poema de La cautiva

La sangre elemento necesario para todas las metáforas:
Si Rosas con su política y por medio de sus logotipos, carteles, divisa, vestimenta entre otros símbolos, llena el discurso de metáforas relacionadas con la sangre, sus adversarios eligen el mismo recurso para enfrentársele creando un contra discurso igualmente sangriento, de tal manera que el río de la Plata se convierte entre unos y otros en un mar de sangren en el que la vida pública y la privada, estarán teñidas del “rojo punzó”. “La sangre, elemento estable dentro del elenco de imágenes  activas contra Rosas es una figura central, radical, para definir el rosismo” (Ferro 2008: 34)

Este es el elemento común que encontramos tanto en la representación de los indios como vampiros, como en el relajo de la carnalidad y la brutalidad creciente de El matadero. “Corre por el cuerpo de los individuos una sola sangre que permite tratarse como dos tipos complementarios y a la vez opuestos”  (Ferro 2008: 28) Habrá una que alimenta la “sangre buena” y otra portadora de desechos “la sangre sucia”  que es la que encontraremos predominando en El Matadero.


Vampirización en “El festín” de La cautiva
El canto II de La cautiva se abre con una de las características necesarias para la aparición de la figura del vampiro que es “la noche”, que trae consigo la oscuridad, lo misterioso y a su vez lo peligroso. Es interesante marcar que el epígrafe de este canto II pertenece al Infierno de La Divina Comedia de Dante, por lo que hay en los versos una referencia clara a lo infernal “el genio de las tinieblas” que es Satanás reina en ese lugar -el desierto- desplazado de la civilización, de las Instituciones, las tradiciones y una herencia cultural como señala Fermín Rodríguez. (1)
La imagen lumínica de  “espíritus foletos” es la “luz mala” tan habitual en los campos argentinos, esa luz tenue que suele verse en los pantanos o ciénagas en las noches tranquila, luego de un día soleado. Las llamas colorean el “tenebroso recinto” y los indios/demonios sorben la sangre del cuello de una yegua recién degollada. Las hogueras arden y las chispas vuelan anunciando el posterior incendio, que gradualmente, como en el infierno de Dante se va a ir acrecentando. Los indios se convierten en fieras que se divierten bebiendo hasta que empieza “el infernal alarido” de los salvajes que con: “traza tan horrible y fea, / que parecen del abismo / precita, inmunda ralea, / entregada al torpe gozo / de la sabática fiesta.” Los indios aquí son demonios y Echeverría traza en este canto un paisaje infernal en el que la sangre corre para alimentarlos: “como sedientos vampiros/ sorben, chupan, saborean/ la sangre, haciendo murmullo/ y de sangre se rellenan”.
Es interesante marcar la mezcla de la sangre y el alcohol “…bien pronto los convierte /en abominables fieras” que sorben la sangre del animal y “como animal se revuelcan”, seres sedientos de sangre que realizan esta fiesta –bárbara o sabática- de sangre, alcohol y matanza nos marca la característica de estos “bárbaros vampiros del desierto”. Los indios forman parte de una naturaleza inasible, desequilibrada, son animales feroces que aúllan, chillan, gruñen, soben, chupan la sangre de la yegua. No hay acciones humanas aquí descriptas, sino de bestias, de animales.
No hay una civilización otra, sino una barbarie que lo domina todo, y el lugar es propicio  para estos seres, porque como ya indicamos más arriba, se trata de un lugar carente de Ley.  Lugar en donde ningún cristiano (hombre civilizado) estampó su huella, el cual podemos pensar como uno de los puntos que se vincula con El Matadero.
Así “desierto” -  “matadero” serán lugares no para hombres civilizados sino para monstruos ebrios de sangre y matanza, figuras monstruosas que son la representación del verdadero gran monstruo,  en mayor de los “vampiros” que es Rosas.

                                              
(1)                Rodríguez, Fermín. “Un desierto de ideas”, en Alejandra Laera y Martín Kohan (compiladores) La brújula del extraviado. Una lectura integral de Esteban Echeverría, Rosario, Beatriz Viterbo, 2006



El mundo de El Matadero:
Todo en el matadero es una descripción de ir y venir de sangre, carne, suciedad, grupos de hombres y mujeres de diferente origen: negras, mulatas que se deleitan con el contacto físico de la carne de los animales pasándosela por el cuerpo “Ahí se mete el sebo en las tetas, la tía”  “Aquel lo escondió en el alzapón” (Echeverría 2009: 109). Y que abre la puerta a ese sub-mundo con el que se encuentra el joven unitario.  “…la matanza y la carne como expresión de la bestialidad, como ambiguo oficio humano que necesita cebarse, ensañarse, para entenderse a sí mismo” (Jitrik 1968).
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Dicha “bestialidad “convierte al  hombre en simple cuerpo que entra en contacto con la sangre, y con la corporalidad de otros animales. Se desdibuja así la línea que lo separa de lo humano, aparecen hombres que han sufrido la transformación de prácticas características de la campaña bonaerense como es la esgrima del cuchillo, la matanza de animales, y que por medio del tránsito de la sangre dan lugar a otro tipos de individuos (los federales, los mazorqueros, los carniceros del matadero) que se acercan más a la bestia que al hombre, siempre de acuerdo a la mirada que hacen el narrador y también el joven unitario.
Este mundo de pura carnalidad es a su vez infernal, escatológico; es un lugar que no es apto para seres civilizados pero sí para la chusma del matadero, “chusma” (2) que es carente de belleza, y de armonía, ya que esta fealdad está presente en todos los integrantes del matadero y conforma una de las características de lo monstruoso.  La animalidad de estos personajes característicos del matadero, y por lo tanto de la Federación,  está también en el vocabulario que se relaciona con lo genital y lo excrementicio. “Oíanse a menudo… palabras inmundas y obscenas, vociferaciones preñadas de todo el cinismo bestial que caracteriza a la chusma de nuestros  mataderos…” (Echeverría 2009: 110)
Otro rasgo de esta “bestialidad” es el exceso, la desmesura que liga la sexualidad, el excremento, la muerte y la corrupción de la carne “la carne es pecaminosa, y como dice el proverbio, busca la carne” (Echeverría 2009: 101).   Todo esto produce un efecto de horror y de fascinación al mismo tiempo, provocado por la violencia que el relato despliega. Después de tanto alardeo de violencia y antes de la “explosión” del joven la escena se detiene “Los sayones quedaron inmóviles y los espectadores estupefactos” (Echeverría 2009: 119), el “reviente” del joven unitario lo deja al narrador sin nada más que agregar.

                                              

2) definido en el diccionario de la RAE 1. f. Conjunto de gente soez, 2. f. Muchedumbre de gente vulgar.
La fauna de El Matadero:
Muchos críticos han mencionado el paralelismo entre el joven unitario y el toro, la animalización de uno o la personificación del otro (3). No nos detendremos en este aspecto, ya que creemos que la “animalización” en el relato se encuentra en varios aspectos y no solamente en la comparación de actitudes de uno y de otro.
Creemos que la relación entre la carne, la propia y la de los animales, la sangre, la brutalidad y la sexualidad, hablan también de una animalización más generalizada en la que se intenta demostrar cómo los seguidores de “el gran monstruo” adoptan también ellos sus costumbres salvajes y bárbaras y hasta sobrepasan al mismísimo Restaurador.
Dice el narrador “La perspectiva del matadero a la distancia era grotesca, llena de animación” (Echeverría 2008: 108) “… llovían sobre ella  (sobre una tía) zoquetes de carne, bola de estiércol, con groseras carcajadas y gritos frecuentes…” (Echeverría 2008: 110). Creemos que estas líneas resumen la idea de animalización que se despliega en el relato.
Pero sí nos interesa destacar la figura del “carnicero” y la descripción que de él hace el narrador, cuya cara embadurnada de sangre y cuchillo en mano, lo hace un ser del cual fluye y a su vez recibe los efectos de la sangre que circula en el matadero. La genera con la acción de su cuchillo y la recibe en su cuerpo.
Entre el resto de los animales que figuran en el cuento, podemos mencionar: los ratones y ratas: “las últimas ratas que agonizaban de hambre en sus cuevas…” los perros (dogos o mastines) “Notando empero las significativas miradas de aquel grupo de dogos del matadero” (Echeverría 2009:115), las aves: gaviotas que celebran chillando la matanza, al mismo tiempo que los muchachos se dan vejigazos  o se tiran bolas de carne, buitres o caranchos:  “cayendo en tropel sobre la víctima como los caranchos rapaces sobre la osamenta de un buey  devorado por el tigre” “ Siempre en pandilla cayendo como buitres sobre la víctima inerte” (Echeverría. 2009: 115- 116). En este contexto, al producirse la pelea por los restos de carne los seres humanos están en el mismo plano que los animales, los habitantes del matadero se animalizan embruteciéndose (en el diccionario de la RAE “embrutecerse” es una de la acepciones de “animalizar”). “Multitud de negras rebusconas de achuras, como los caranchos de presa, se desbandaron por la ciudad como otras tantas harpías prontas a devorar cuanto hallaran comible. Las gaviotas y los perros, inseparables rivales suyos en el Matadero, emigraron en busca de alimento animal” (Echeverría 2009: 104).

Una comparación reiterada que aparece también es la del tigre “Exclamó el juez, frunciendo el ceño de tigre” (Echeverría 2009: 119) donde se lo equipara en el matadero a la figura de Rosas en la Federación.  Pero la pregunta que le hace al joven unitario “¿No temes que el tigre te despedace?” (Echeverría 2009: 118) nos parece algo ambigua, ¿a quién se refiere? ¿A Rosas o a Matasiete como representante del brazo sanguinario de la Federación en el matadero?

El lenguaje de la bestialidad
En este contexto, negras y mulatas más feas que las arpías, ya habíamos marcado  la fealdad como una de las características de lo monstruoso, se disputan los restos de carne y de achuras que quedan en el piso enlodazado de sangre y barro con los perros. “Y cayeron sobre su cabeza sendos cuajos de sangre y tremendas pelotas de barro” (Echeverría 2009: 109).
Esta brutalidad, esta bestialidad no es específica de las acciones que caracterizan a los mataderos, sino que también la podemos registrar en el lenguaje, que en boca de los federales está plagado de groserías que van desde las tetas de la tía hasta las palabras no  dichas el Hi de p…, a la m…más las referencias que creemos van más allá de una “vejación” y se acercan a una violación carnal por los comentarios que hacen los federales “Abajo los calzones a ese mentecato cajetilla, y a nalga pelada denle verga”  “A ti toca la mazorca” “Por ahora verga y tijera” “Si no, la vela” “Mejor será la mazorca” (Echeverría 2009 : 117)
Podemos preguntarnos qué es lo que realmente querían hacerle al joven liderados por el juez una vez que éste “extravió su rumbo”. Si como afirman era sólo divertirse ¿qué significa que lo dejen desnudo sobre la mesa? Tal vez aquí está la respuesta: “…los brutos del matadero y por consecuencia los federales y el federalismo son más feroces todavía porque se manifiestan a través de sacrificios sexuales, como un rito bárbaro y repudiable” (Jitrik . 1968).

Conclusión:

Se ha tratado de rastrear a lo largo de los textos cómo la metáfora de la sangre, lo  vampírico y lo monstruoso aparecen en estos dos escritos que inauguran la literatura argentina y la manera en que la figura de Rosas, que aparece solo por referencia en El matadero, inunda el discurso y las representaciones literaria de la época que producían los escritores de la generación del ´37, en este caso bajo la pluma de Echeverría. Y de qué manera éste autor, encuentra la posibilidad de representar y representarse enfrentando en su escritura a la “barbarie” que adjudica sólo a su adversario político y a su contexto, marcando así  que sus atribuciones de “Gran Vampiro del Plata” se trasladan a sus representantes de la campaña –los indios- como a sus seguidores dentro de los límites de la ciudad –los federales del matadero-. 

                                                                                                            
(3) Para Martín Kohan hay animalización en ambos bandos. Por un lado el unitario y el narrador animalizan a los federales con el objeto de mostrar que ese mundo de animales del matadero, se corresponde con el mundo federal, para el narrador, los federales son “perros”. Para el unitario será también lobo. Por otro lado, los federales también comparan al joven unitario con el toro.

Corpus:

Esteban Echeverría. La Cautiva /El matadero. Buenos Aires. Editorial Colihue, 2009

Bibliografía

Ferro, Gabo. Barbarie y civilización. Sangre, monstruos y vampiros durante el segundo gobierno de Rosas. Buenos Aires: Marea Editorial, 2008


Jitrik, Noé, ¨Forma y significación en El Matadero de Esteban Echeverría¨, El fuego de la especie, en http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/forma-y-significacion-en-el-matadero-de-esteban-echeverria/html/cd3a0586-523c-11e1-b1fb-00163ebf5e63_3.html#I_0_


Kohan, Martín. “Las fronteras de la muerte”, en Alejandra Laera y Martín Kohan (compiladores) Las brújulas del extraviado. Para una lectura integral de Esteban Echeverría. Rosario: Beatriz Viterbo, 2005.   


Rodríguez, Fermín. “Un desierto de ideas”, en Alejandra Laera y Martín Kohan (compiladores) La brújula del extraviado. Una lectura integral de Esteban Echeverría, Rosario, Beatriz Viterbo, 2006.