La representación de la violencia en la
Literatura de la época. La cautiva y El matadero; el caso de Echeverría
Existe en los orígenes de la Literatura Argentina una
metáfora utilizada por los diferentes autores de la generación del ´37, entre
ellos Echeverría, que es la metáfora de la sangre, lo vampírico y lo monstruoso
para referirse a la figura de Juan Manuel de Rosas en su segundo período de
gobernador de la Provincia de Buenos Aires; metáfora que se desplaza hacia su
entorno y que lo presenta como ser un
bebedor de sangre, un monstruoso con prácticas nocturnas, en un contexto
tenebroso y nativo de tierras bárbaras, como señala Ferro en Barbarie y
Civilización , y que es definido por sus adversarios por los efectos que
provocan sus actos tanto públicos como privados. Esta metáfora llega a
impregnar todo lo que no sea visto por este grupo de intelectuales bajo la “buena luz de la civilización”.
Como son muchas las obras literarias que abordan este
período, opté por centrarme en las dos obras más representativas de Esteban
Echeverría: La Cautiva (1837) y El Matadero (1840), respectivamente;
pero podía haber trabajado, también de Esteban Echeverría: Elvira o la novia del Plata (1832); o de Hilario
Ascasubi: “Isidora la federala y
mazorquera”, “La refalosa” (1843); de Domingo F. Sarmiento: Facundo (1845) o de José Mármol: Amalia
(1851-1855). Todas ellas muestran la barbarie, la sangre y el vampirismo de un
solo lado, negando o marcando una sospechosa ausencia del lado de los
unitarios.
El Vampiro
Gabo Ferro en Barbarie y Civilización afirma que la figura histórica del Vampiro se
venía desarrollando en Europa en países donde reinaba la ignorancia como por
ejemplo en Polonia y en Hungría,
que pasa a los países civilizados, Francia entre ellos, para llegar finalmente al Río de la Plata a mediados del XVIII como “un efecto no
deseado de la producción de escritores e intelectuales europeos y que el
interés de los porteños aportó durante su formación formal o informal o como
efectos de sus viajes” (Ferro. 2008:
231) Esta imagen llega a Buenos Aires por medio de dos líneas: una la Ilustración y la otra
el Romanticismo. En éste último movimiento es donde los escritores opositores a
Rosas, Echeverría entre ellos, descubren en esta imagen y en su contexto
ciertas características que aplican a la figura del Restaurador; así la
creación del “vampiro rioplatense” pasa a ser un sincretismo de elementos
europeos que se incorporan a los autóctonos para aparecer en las diferentes
producciones literarias de la generación del ´37.
Los escritores Rioplatenses ampliaron esta
imagen del “vampiro”, la cual deja de ser simplemente la figura del muerto que
sale por la noche, chupa la sangre de sus víctimas que luego quedan a su
merced, para pasar a ser definido como un monstruo capaz de alternar entre la vida
y la muerte, ser una figura creada por un vulgo ignorante y fanático que es
producto de la barbarie.
Si tenemos en cuenta las lecturas que
Echeverría realizó en Francia, Víctor Hugo entre otros, y las realizadas en
Buenos Aires, como Alejandro Dumas; podemos pensar en dos cadenas semánticas,
la primera bajo la luz de la civilización, en la que encontramos los conceptos
de ciudad, ley y justicia
contraponiéndose a una segunda, que está conformada por la oscuridad de la
barbarie, que se aloja en un lugar otro como es por ejemplo el desierto, con
una absoluta falta de justicia y de ausencia de ley.
Pensando que el Río de la Plata está dominado por ésta
última se comprende el nacimiento del “monstruo”, que más que la persona de
Rosas pasa a ser “el rosismo”. Ferro se refiere a la definición que hace
Esquilo acerca de los monstruos puntualizando que son aquellos que han sido
desterrados de la Polis
por haber transgredido la Ley de la ciudad. Su accionar los transforma en
seres carentes de humanidad, condenados al ostracismo y a marchar al lugar
representado por el desierto; lugar en el que encontramos a los “vampiros” del
poema de La cautiva
La sangre elemento
necesario para todas las metáforas:
Si Rosas con su política y por medio de sus logotipos,
carteles, divisa, vestimenta entre otros símbolos, llena el discurso de
metáforas relacionadas con la sangre, sus adversarios eligen el mismo recurso
para enfrentársele creando un contra discurso igualmente sangriento, de tal
manera que el río de la Plata
se convierte entre unos y otros en un mar de sangren en el que la vida pública
y la privada, estarán teñidas del “rojo
punzó”. “La sangre, elemento estable dentro del elenco de imágenes activas contra Rosas es una figura central,
radical, para definir el rosismo” (Ferro 2008: 34)
Este es el elemento común que encontramos tanto en la
representación de los indios como vampiros, como en el relajo de la carnalidad
y la brutalidad creciente de El matadero. “Corre por el cuerpo de los
individuos una sola sangre que permite tratarse como dos tipos complementarios
y a la vez opuestos” (Ferro 2008:
28) Habrá una que alimenta la “sangre buena” y otra portadora de desechos “la
sangre sucia” que es la que
encontraremos predominando en El Matadero.
Vampirización en “El festín” de La cautiva
El canto II de La cautiva se abre
con una de las características necesarias para la aparición de la figura del
vampiro que es “la noche”, que trae consigo la oscuridad, lo misterioso y a su
vez lo peligroso. Es interesante marcar que el epígrafe de este canto II
pertenece al Infierno de La
Divina Comedia de Dante, por lo que hay en los versos una
referencia clara a lo infernal “el genio de las tinieblas” que es
Satanás reina en ese lugar -el desierto- desplazado de la civilización, de las
Instituciones, las tradiciones y una herencia cultural como señala Fermín
Rodríguez. (1)
La imagen lumínica de
“espíritus foletos” es la “luz mala” tan habitual en los campos
argentinos, esa luz tenue que suele verse en los pantanos o ciénagas en las
noches tranquila, luego de un día soleado. Las llamas colorean el “tenebroso
recinto” y los indios/demonios sorben la sangre del cuello de una yegua
recién degollada. Las hogueras arden y las chispas vuelan anunciando el
posterior incendio, que gradualmente, como en el infierno de Dante se va a ir
acrecentando. Los indios se convierten en fieras que se divierten bebiendo
hasta que empieza “el infernal alarido” de los salvajes que con: “traza
tan horrible y fea, / que parecen del abismo / precita, inmunda ralea, /
entregada al torpe gozo / de la sabática fiesta.” Los indios aquí son
demonios y Echeverría traza en este canto un paisaje infernal en el que la
sangre corre para alimentarlos: “como sedientos vampiros/ sorben, chupan,
saborean/ la sangre, haciendo murmullo/ y de sangre se rellenan”.
Es interesante marcar la mezcla de la sangre y el
alcohol “…bien pronto los convierte /en abominables fieras” que sorben
la sangre del animal y “como animal se revuelcan”, seres sedientos de
sangre que realizan esta fiesta –bárbara o sabática- de sangre, alcohol y matanza
nos marca la característica de estos “bárbaros vampiros del desierto”. Los
indios forman parte de una naturaleza inasible, desequilibrada, son animales
feroces que aúllan, chillan, gruñen, soben, chupan la sangre de la yegua. No
hay acciones humanas aquí descriptas, sino de bestias, de animales.
No hay una civilización otra, sino una barbarie que lo
domina todo, y el lugar es propicio para
estos seres, porque como ya indicamos más arriba, se trata de un lugar carente
de Ley. Lugar en donde ningún cristiano
(hombre civilizado) estampó su huella, el cual podemos pensar como uno de los
puntos que se vincula con El Matadero.
Así “desierto” -
“matadero” serán lugares no para hombres civilizados sino para monstruos
ebrios de sangre y matanza, figuras monstruosas que son la representación del
verdadero gran monstruo, en mayor de los
“vampiros” que es Rosas.
(1)
Rodríguez, Fermín. “Un desierto de ideas”, en Alejandra Laera y Martín Kohan (compiladores) La brújula del extraviado. Una lectura integral de Esteban Echeverría,
Rosario, Beatriz Viterbo, 2006
El mundo de El
Matadero:
Todo en el matadero es una descripción de ir y venir
de sangre, carne, suciedad, grupos de hombres y mujeres de diferente origen:
negras, mulatas que se deleitan con el contacto físico de la carne de los
animales pasándosela por el cuerpo “Ahí se mete el sebo en las tetas, la
tía” “Aquel lo escondió en el alzapón”
(Echeverría 2009: 109). Y que abre la puerta a ese sub-mundo con el que se
encuentra el joven unitario. “…la matanza y la carne como expresión de la bestialidad, como
ambiguo oficio humano que necesita cebarse, ensañarse, para entenderse a sí
mismo” (Jitrik 1968).
.
Dicha “bestialidad “convierte al hombre en simple cuerpo que entra en contacto
con la sangre, y con la corporalidad de otros animales. Se desdibuja así la
línea que lo separa de lo humano, aparecen hombres que han sufrido la
transformación de prácticas características de la campaña bonaerense como es la
esgrima del cuchillo, la matanza de animales, y que por medio del tránsito de
la sangre dan lugar a otro tipos de individuos (los federales, los mazorqueros,
los carniceros del matadero) que se acercan más a la bestia que al hombre,
siempre de acuerdo a la mirada que hacen el narrador y también el joven unitario.
Este mundo de pura carnalidad es a su vez infernal, escatológico;
es un lugar que no es apto para seres civilizados pero sí para la chusma del
matadero, “chusma” (2) que es carente de belleza, y de armonía,
ya que esta fealdad está presente en todos los integrantes del matadero y
conforma una de las características de lo monstruoso. La animalidad
de estos personajes característicos del matadero, y por lo tanto de la Federación , está también en el vocabulario que se
relaciona con lo genital y lo excrementicio. “Oíanse a menudo… palabras
inmundas y obscenas, vociferaciones preñadas de todo el cinismo bestial que
caracteriza a la chusma de nuestros
mataderos…” (Echeverría 2009: 110)
Otro rasgo de esta “bestialidad” es el exceso, la
desmesura que liga la sexualidad, el excremento, la muerte y la corrupción de
la carne “la carne es pecaminosa, y como dice el proverbio, busca la carne”
(Echeverría 2009: 101). Todo esto
produce un efecto de horror y de fascinación al mismo tiempo, provocado por la
violencia que el relato despliega. Después de tanto alardeo de violencia y
antes de la “explosión” del joven la escena se detiene “Los sayones quedaron
inmóviles y los espectadores estupefactos” (Echeverría 2009: 119), el
“reviente” del joven unitario lo deja al narrador sin nada más que agregar.
2) definido en el diccionario de la RAE 1.
f . Conjunto de gente soez, 2. f . Muchedumbre
de gente vulgar.
La fauna de El
Matadero:
Muchos críticos han mencionado el paralelismo entre el joven
unitario y el toro, la animalización de uno o la personificación del otro (3).
No nos detendremos en este aspecto, ya que creemos que la “animalización” en el
relato se encuentra en varios aspectos y no solamente en la comparación de
actitudes de uno y de otro.
Creemos que la relación entre la carne, la propia y la de los
animales, la sangre, la brutalidad y la sexualidad, hablan también de una
animalización más generalizada en la que se intenta demostrar cómo los
seguidores de “el gran monstruo” adoptan también ellos sus costumbres salvajes
y bárbaras y hasta sobrepasan al mismísimo Restaurador.
Dice el narrador “La perspectiva del matadero a la distancia
era grotesca, llena de animación” (Echeverría 2008: 108) “… llovían
sobre ella (sobre una tía) zoquetes de carne,
bola de estiércol, con groseras carcajadas y gritos frecuentes…” (Echeverría
2008: 110). Creemos que estas líneas resumen la idea de animalización que se
despliega en el relato.
Pero sí nos interesa destacar la figura del “carnicero” y la descripción
que de él hace el narrador, cuya cara embadurnada de sangre y cuchillo en mano,
lo hace un ser del cual fluye y a su vez recibe los efectos de la sangre que
circula en el matadero. La genera con la acción de su cuchillo y la recibe en
su cuerpo.
Entre el resto de los animales que figuran en el cuento, podemos
mencionar: los ratones y ratas: “las últimas ratas que agonizaban de hambre
en sus cuevas…” los perros (dogos o mastines) “Notando empero las
significativas miradas de aquel grupo de dogos del matadero” (Echeverría
2009:115), las aves: gaviotas que celebran chillando la matanza, al mismo
tiempo que los muchachos se dan vejigazos
o se tiran bolas de carne, buitres o caranchos: “cayendo en tropel sobre la víctima como
los caranchos rapaces sobre la osamenta de un buey devorado por el tigre” “ Siempre en
pandilla cayendo como buitres sobre la víctima inerte” (Echeverría. 2009:
115- 116). En este contexto, al producirse la pelea por los restos de carne los
seres humanos están en el mismo plano que los animales, los habitantes del
matadero se animalizan embruteciéndose (en el diccionario de la RAE
“embrutecerse” es una de la acepciones de “animalizar”). “Multitud de negras
rebusconas de achuras, como los caranchos de presa, se desbandaron por la
ciudad como otras tantas harpías prontas a devorar cuanto hallaran comible. Las
gaviotas y los perros, inseparables rivales suyos en el Matadero, emigraron en
busca de alimento animal” (Echeverría 2009: 104).
Una comparación reiterada que aparece también es la del tigre “Exclamó
el juez, frunciendo el ceño de tigre” (Echeverría 2009: 119) donde
se lo equipara en el matadero a la figura de Rosas en la Federación. Pero la pregunta que le hace al joven
unitario “¿No temes que el tigre te despedace?” (Echeverría 2009: 118)
nos parece algo ambigua, ¿a quién se refiere? ¿A Rosas o a Matasiete como
representante del brazo sanguinario de la Federación en el matadero?
El lenguaje de la bestialidad
En este contexto, negras y mulatas más feas que las arpías, ya
habíamos marcado la fealdad como una de
las características de lo monstruoso, se disputan los restos de carne y de achuras
que quedan en el piso enlodazado de sangre y barro con los perros. “Y
cayeron sobre su cabeza sendos cuajos de sangre y tremendas pelotas de barro” (Echeverría
2009: 109).
Esta brutalidad, esta bestialidad no es específica de las acciones
que caracterizan a los mataderos, sino que también la podemos registrar en el
lenguaje, que en boca de los federales está plagado de groserías que van desde
las tetas de la tía hasta las palabras no
dichas el Hi de p…, a la m…más las referencias que creemos van más
allá de una “vejación” y se acercan a una violación carnal por los comentarios
que hacen los federales “Abajo los calzones a ese mentecato cajetilla, y a
nalga pelada denle verga” “A ti
toca la mazorca” “Por ahora verga y tijera” “Si no, la vela” “Mejor será la
mazorca” (Echeverría 2009 : 117)
Podemos preguntarnos qué es lo que realmente querían hacerle al
joven liderados por el juez una vez que éste “extravió su rumbo”. Si como
afirman era sólo divertirse ¿qué significa que lo dejen desnudo sobre la mesa?
Tal vez aquí está la respuesta: “…los brutos del matadero y por consecuencia
los federales y el federalismo son más feroces todavía porque se manifiestan a
través de sacrificios sexuales, como un rito bárbaro y repudiable” (Jitrik
. 1968).
Conclusión:
Se ha tratado de rastrear a lo largo de los textos cómo la
metáfora de la sangre, lo vampírico y lo
monstruoso aparecen en estos dos escritos que inauguran la literatura argentina
y la manera en que la figura de Rosas, que aparece solo por referencia en El
matadero, inunda el discurso y las representaciones literaria de la época
que producían los escritores de la generación del ´37, en este caso bajo la
pluma de Echeverría. Y de qué manera éste autor, encuentra la posibilidad de
representar y representarse enfrentando en su escritura a la “barbarie” que
adjudica sólo a su adversario político y a su contexto, marcando así que sus atribuciones de “Gran Vampiro del
Plata” se trasladan a sus representantes de la campaña –los indios- como a sus
seguidores dentro de los límites de la ciudad –los federales del matadero-.
(3) Para Martín Kohan hay animalización en ambos bandos. Por un lado el unitario y el narrador animalizan a los federales con el objeto de mostrar que ese mundo de animales del matadero, se corresponde con el mundo federal, para el narrador, los federales son “perros”. Para el unitario será también lobo. Por otro lado, los federales también comparan al joven unitario con el toro.
Corpus:
Esteban Echeverría. La Cautiva /El
matadero. Buenos Aires. Editorial Colihue, 2009
Bibliografía
Ferro, Gabo. Barbarie y
civilización. Sangre, monstruos y vampiros durante el segundo gobierno de Rosas.
Buenos Aires: Marea Editorial, 2008
Jitrik, Noé, ¨Forma y significación en El Matadero de Esteban Echeverría¨, El fuego de la especie, en http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/forma-y-significacion-en-el-matadero-de-esteban-echeverria/html/cd3a0586-523c-11e1-b1fb-00163ebf5e63_3.html#I_0_
Kohan, Martín. “Las
fronteras de la muerte”, en Alejandra Laera y Martín Kohan (compiladores) Las brújulas del extraviado. Para una
lectura integral de Esteban Echeverría. Rosario: Beatriz Viterbo, 2005.
Rodríguez, Fermín. “Un desierto de ideas”, en Alejandra
Laera y Martín Kohan (compiladores) La
brújula del extraviado. Una lectura integral de Esteban Echeverría,
Rosario, Beatriz Viterbo, 2006.
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