miércoles, 24 de julio de 2013

Sta. Fernández ó Sra. Escurra





Mabel había llegado al estudio del Dr. Gutiérrez al otro día de haber recibido la carta.
Cuando la empleada unos días atrás se la entregó, quedó sorprendida. “Sta. Mabel Fernández” ¿Cómo Fernández? Ella era hacía un año y medio la Sra. Mabel Escurra, la esposa del Dr. Agustín Escurra ¿Quién podía mandarle una carta con su apellido de soltera?.
Abrió el sobre. Lo que leyó la sorprendió:
“Sta. Mabel Fernández, sírvase presentarse en mi estudio sito en la calle   Viamonte 284 3 piso “C” a la brevedad posible. Asunto de absoluta reserva.

Saluda atte.

                        Dr. Gutiérrez”.
No supo si contarle a Agustín. Decidió guardar silencio. De todas maneras, pensó, no es algo relacionado con él, la carta decía claramente “Sta. Fernández”.
Miraba el papel y trataba de encontrar alguna señal, alguna pista ¿ de qué podía tratarse? ¿qué quería ese tal doctor Gutiérrez? Todo le resultó muy extraño.

La puerta se abrió y la secretaria del Dr. Gutiérrez la invitó gentilmente a pasar a la oficina. Del otro lado del escritorio, el escribano, sin mirarla, le propuso que se sentara. Lo que tenía que decirle era algo engorroso. Mabel se sentó y escuchó.
- Sta. Fernández, me ha llegado la noticia que su tío, el Sr. Julián Fernández la nombró única heredera...
-¿Julián... heredera...?
            - La suma, continuó el escribano casi sin oírla, es de...

Con la mirada perdida en alguna parte de la oficina recordó los treinta años que Agustín le llevaba, el esfuerzo de cada  noche para disimular lo que sentía, en lo caro que le había costado ese apellido que lucía como una costosa alhaja.
Cuando se recuperó escuchó su propia voz que repetía “de haberlo sabido....siempre supe que no tenía que tomar decisiones apresuradas…


sábado, 13 de julio de 2013

Los relatos de la memoria y la construcción de las subjetividades. Relaciones posibles entre lo personal, lo público y lo histórico. El caso de La casa de los conejos




Resumen:
El siguiente escrito intentará trabajar con el concepto de memoria individual y colectiva y ver de qué manera la misma se registra en diferentes críticos como así también el la novela La casa de los conejos de Laura Alcoba.

¿De qué hablamos cuando hablamos de memoria?
A partir de la lectura de La Capra podemos decir que la memoria del trauma de las víctimas se representa bajo un género narrativo que será el testimonio. Esa narrativa tratará de asignarle coherencia y sentido a las experiencias traumáticas. La forma de género “Testimonio” contribuye a la creación de la memoria histórica que pasa de ser personal a ser pública y colectiva, estableciéndose así distintas relaciones entre el testimoniante con su memoria y el historiador que es quien indaga en la memoria ajena.
El problema principal que se plantea es cómo escuchar ese exceso de la experiencia social, esa remota voz del testigo.
La Capra presenta los trabajos de  Dori Laub y Shoshana Felman sobre el testimonio de sobrevivientes del Holocausto como un ejemplo. Para Laub y Felman, las experiencias traumáticas generan una dificultad para comprender lo que ocurrió, las razones por las que ocurrió y las consecuencias que la ocurrencia tiene. Esa dificultad para conocer el evento demanda simultáneamente una aproximación que de cuenta y atestigüe el desconcierto y el sufrimiento de las víctimas; y no se detenga exclusivamente en la necesaria “veracidad histórica”  que sostienen los historiadores ya que los testimonios son las “experiencias de los hechos” coincidan o no con la precisión de los mismos.
La Capra señala que hay dos maneras de recordar; la primera revivir el pasado sin control en donde la temporalidad será una sola; y la otra cuando el pasado se vuelve accesible por medio de la evocación, proceso que abre la posibilidad de reelaboración del mismo, un estar aquí y allá al mismo tiempo  y ser capaz de distinguirlo sin dicotomizarlos, es decir, recordar sin perder la noción que se vive y se actúa en un aquí y ahora “Esta dualidad (o doble inscripción) del ser es fundamental para la memoria como elementos de repaso y de elaboración” (La Capra 2005: 109)
“¿Recordar para qué?” es lo que se pregunta Todorov en Los abusos de la memoria, con relación a los procesos de constitución de la misma. A partir de esta pregunta marca dos caminos posibles: a uno lo llama la memoria literal,  que es la que permite que el pasado rija el presente, es decir vivir continuamente el pasado en lugar de integrarlo al presente, de esta manera el pasado es sacralizado y se vuelve estéril, y al otro memoria ejemplar, donde el pasado se toma como principio de acción para el presente.
En la novela que nos ocupa,  La casa de los conejos de Laura Alcoba, se va construyendo la memoria por el segundo de los dos caminos antes planteados, el de la memoria ejemplar. Se narra esa identidad, a través de la selección y el ordenamiento de la memoria, de los sucesos y de los recuerdos: Una construcción histórica e ideológica. También se presentan algunos detalles referenciales comprobables como por ejemplo el testimonio Los del ‘73. Memoria montonera, que incluye una nota de La Gaceta sobre el enfrentamiento armado en La Plata, en el lugar donde vivó Alcoba en la clandestinidad con su madre en 1976 o la referencia a la actual función de la misma casa, en la que desde 1998 reside la Asociación Anahí fundada por Chicha Mariani.
 Una vez reestablecido el pasado, la pregunta para pasa a ser ¿para qué puede servir, con qué fin (se recuerda)? (Todorov 2000: 33)
La respuesta puede ser que un sujeto que viviera exclusivamente en el presente, o en un futuro soñado, sin detenerse a recordar su pasado, no sabría quién es.
Por otro lado, es importante recalcar que la representación de ese pasado constituye  no solo la identidad personal sino también, la colectiva, ya que la memoria es un elemento constitutivo de la propia identidad.
Por otro lado, las tres dimensiones de la temporalidad  como inseparables ya que sin memoria del pasado, no es posible ningún conocimiento comprensivo del presente, y ningún proyecto consistente y realista para el futuro. Esta relación de condicionalidad que tienen para nosotros las tres instancias del tiempo podemos también leerlas hacia atrás, es decir, en la dirección inversa, ya que siempre interpretamos y juzgamos el presente desde los intereses con relación al proyecto de futuro, instancias temporales que condicionan, a su vez, la rememoración selectiva que hacemos del pasado. La memoria es frágil y está sometida también a la contingencia de la temporalidad y a las deformaciones intencionales, o a las políticas del olvido.  Pero, como se pregunta Todorov: ¿para que puede servir la memoria, para qué recordar?
La respuesta a ésta pregunta podemos encontrarla  al comienzo del libro de Alcoba, ya que la novela comienza cuando queda claro para qué recordar.
En la novela La casa de los conejos la protagonista, antes de iniciar el relato, dice que se decide contar la historia porque a menudo piensa en los muertos, pero que el motivo más potente para esa decisión es que ahora sabe que no hay que olvidarse de los vivos. “Más aún: estoy convencida de que es imprescindible pensar en ellos. Esforzarse por hacerles, también a ellos, un lugar” (Alcoba 2008: 12) y agrega que ese esfuerzo por recordar es también para ver si consigue olvidar un poco. Ese “olvidar” es resolver, dejar dicho, cerrar una historia. Ese “olvidar” incluye la tranquilidad de haberlo recordado todo, “… no es tanto por recordar como por ver si consigo, al cabo, de una vez, olvidar un poco”. (Alcoba 2008: 12)

Hablemos un poco del olvido:
Siguiendo a Ricoeur podemos distinguir dos niveles de profundidad respecto al olvido. El nivel más profundo, éste se refiere a la memoria como inscripción, retención o conservación del recuerdo y  el nivel manifiesto que se refiere a la memoria como función de la evocación o de la rememoración;  lo que encontramos en la novela de Alcoba.
El nivel profundo puede referirse a dos polos antagónicos. En uno de esos polos, se encuentra el olvido inexorable. Tratar de borrar la huella de lo que hemos aprendido o vivido, borrar la huella supone convertirla de nuevo en cenizas
Pero existe otro tipo de olvido que el pensador francés llama olvido de lo inmemorial. Se trata de aquello que nunca podremos conocer realmente y que, sin embargo, nos hace ser lo que somos: el “origen”. Cuando nos referimos a la narración, ésta rompe con toda cronología.
La novela que es una autobiografía, al retomar el relato de la historia a partir de un punto de clausura, se presenta una alternativa a la representación del tiempo lineal y se invierte su orden lógico.
Decimos, siguiendo a Ricoeur, del pasado que ya no es, subrayamos su desaparición, su ausencia, pero también decimos que ya ha sido. Entender el olvido como  inmemorial y no como inexorable, es comprender su contradicción aparente, su paradoja. El olvido posee un significado positivo en la medida en que el “ha sido” se impone al  “ya no” en el significado vinculado a la idea de pasado.
Sobre los estratos apilados del olvido profundo y manifiesto, pasivo y activo, se desarrollan los modos selectivos del olvido inherente al relato y a la constitución de una “coherencia narrativa”. Dicho olvido es inherente a la operación de elaborar una trama: para contar algo, hay que omitir numerosos acontecimientos, eventos, incidentes, episodios no relevantes del suceso en cuestión. La memoria es una relación por la cual es preciso elegir entre todo el caudal de información recibido y esa selección, sea o no conciente sirve para la utilización que haremos en la decodificación del pasado.  Pero, como marca Todorov, “…cuando los acontecimientos vividos son de naturaleza excepcional, tal derecho se convierte en un deber: el de acordarse, el de testimoniar”  (Todorov 2000: 18)
En la novela de Alcoba esto se lee al comienzo “Narrar se volvió imperioso” (Alcoba 2008: 12)
Las narrativas son procesos de interpretación de una historia y en este proceso las experiencias personales y grupales son fundamentales. En La casa de los conejos el pasado está simbólicamente construido e interpretado desde el presente, desplegándose en la narración a partir de las palabras, los temas y las formas elegidas por la autora.
Las narrativas no son sólo instrumentos para comunicarles a otros lo que deseamos; son ante todo el modo como le administramos orden temporal y lógico a los eventos, conectamos el pasado con el presente y generamos expectativas sobre el futuro, transformamos devenir en experiencia y sentido, y construimos nuestra identidad. Identidad que en cuanto a la niñez se refiere, en la novela de Alcoba la niña ve perder en el transcurso de su relato:
“¿Cuánto hace que no voy a la escuela? Tres, cuatro meses quizá?. (…) No hay ningún chupasangre cerca de mí pero sé muy bien que debería estar aprendiendo cosas nuevas, y que todos estos días sin escuela me alejan más y más profundamente del resto de los niños y de lo que pasa allá afuera(…) Incluso a aquel patio silencioso y a esas nenas tan buenitas, los extraño también” (Alcoba 2008 : 113)
Es interesante marcar que algunas página atrás, y haciendo referencia precisamente al colegio, se dice “el San Cayetano, donde la policía, al parecer, raramente controla la identidad de los alumnos” (Alcoba 2008: 81)
La identidad nominal de la autora y la narradora-personaje de la novela, se especifica “Laura. Yo sólo dije Laura porque sé que esa es la única parte de mi nombre que me dejan conservar” (Alcoba 2008: 68).
En la novela, la recuperación de la memoria se hace  a través de la construcción de una voz narrativa infantil, que a veces se vuelve confusa mezclándose con la voz adulta,  que enlaza el pasado con el presente en el que se recuerda, como por ejemplo: “Sí, ahora que me esfuerzo en recordar esa escena en casa de mi vecina (…) Oh, yo sé que tuve miedo, ahora lo recuerdo perfectamente” (Alcoba 2008: 68-69)
En estos sucesos que están contados desde una perspectiva infantil, los detalles cobran una dimensión que va más allá de lo cotidiano. Así por ejemplo los conejos que traen para disimular el verdadero sentido de la casa son cada vez más numerosos de igual manera que los periódicos que se imprimen en la imprenta clandestina, el tiempo y los periódicos se reproducen velozmente “Al fondo del galpón, los periódicos se amontonan, apilados cuidadosamente. En paquetes de diez, regularmente agrupados de a cinco, los ejemplares de Evita Montonera  forman extrañas columnas. Por delante del falso último muro, los conejos se multiplican a una velocidad inaudita” (Alcoba 2008: 74-75). Tanto son los conejos que a Laura se le escapan de las manos y debe hacer un gran intento por sujetar al que Diana se propone matar.
También debemos destacar, con respecto al tiempo, las dos tensiones que aparecen; la una la que se genera entre la espera y la prisa, ya que en la introducción la narradora  escribe que esperó  treinta años  para contar la historia por temor a los reproches e incomprensión de los sobrevivientes, y por otro lado está el apuro por escribir, de ponerle fin a la larga espera.  Y la espera también pertenece al pasado y se relaciona con la promesa de la niña de guardar silencio aún ante posible “torturas” “No voy a decir nada. Ni aunque vengan también a casa y me hagan daño. Ni aunque me retuerzan el brazo o me quemen con la plancha. Ni aunque me claven clavitos en las rodilla, yo, yo he comprendido hasta que punto callar es importante” (Alcoba 2008: 18), la promesa de callar está ligada al recuerdo que, como dijimos más arriba, durará  treinta años en quebrar por la necesidad de hablar, quebramiento que a su vez también desmiembra la lógica del trauma. Se recuerda para poder empezar a olvidar.
El título de la novela en francés es Menàges, que significa en español carrusel, podemos relacionarlo con el episodio de la calesita, ese dar vuelta temporal  (aquí y allá) y espacial de la novela, ese acordarse y no hacerlo “Todo sucedió ayer, dicen, pero yo no recuerdo. O bien ya no puedo recordarlo” (Alcoba 2008: 67) Es la fantasía infantil la que quiere parar el tiempo que gira rápidamente como la calesita de la plaza, pero el efecto de detenerlo dura apenas unos segundos. “Por la sola presión de mis párpados consigo hacer que el mundo retroceda y a veces, incluso, aplastarlos contra el fondo luminoso (…) Muy rápidamente, todo vuelve a inflamarse y tomar cuerpo y el libro de luz en que me hallaba desaparece”. (Alcoba 2008: 30)
Pero una vez que esa niña se convierte en adulta puede apropiarse de esos recuerdos, puede comprimir los sucesos y volcarlos al papel de manera duradera, como escritora de su propio testimonio.

La Historia y la Memoria. Posibles relaciones:
Ricoeur señala que en algunos  casos parece existir un exceso de memoria, y en otros, sin embargo  su ejercicio resulta insuficiente. Esto se debe a la fragilidad de la identidad, tanto personal como colectiva. Los abusos de la memoria tienen que ver  sobre todo con los trastornos de la identidad de los pueblos.  Todorov, y en esto coincide con Ricoeur, marca el error de asimilar los conceptos de memoria y olvido  “Hay que recordar algo evidente: que la memoria no se opone en absoluto al olvido. Los dos términos para contrastar son la supresión (el olvido) y la conservación (la memoria) la memoria es en todo momento y necesariamente una interacción de ambos” (Todorov 2000: 15/16) La tarea de la memoria es elegir los recuerdos y no como si fuese la “memoria” de una computadora conservar toda la información, cosa que sería por demás, aterrador.
Los historiadores, marca La Capra, no han elaborado una manera aceptable de utilizar los testimonios de las diferentes víctimas. Esto lo señala por medio del ejemplo que da de los dos sobrevivientes del holocausto (Helen K. y León S.) que pasaron por experiencias similares pero cada uno incorpora esa vivencia de forma diversa y a veces hasta antagónica.
Entonces, es a partir del concepto de experiencia, que La Capra retoma el tema de la memoria. Dado que la memoria es parte importante de la experiencia, el problema de la relación entre historia y memoria es una versión abreviada del problema de la relación entre historia y experiencia.
La Capra plantea la necesidad de transformar a las víctimas en agentes ético-políticos, es decir, en ciudadanos activos, en sujetos que puedan ir más allá de la repetición dolorosa y extremadamente individual y aisladora (asocial) de sus traumas, que puedan participar, como protagonistas quizás, en formas colectivas del recuerdo, desde las cuales poder construir nuevas formas de convivencia, nuevos tipos de relaciones sociales y una nueva configuración socio-política.
La propuesta de La Capra, incorporando la noción freudiana de trauma, es repensar no solo las iniciativas políticas o de la sociedad civil de recordar el pasado doloroso y conflictivo involucrado en acontecimientos históricos traumáticos, como serían los tipos de conmemoración y de memorialización existentes en la actualidad, sino también permitir volver sobre las metas y objetivos de las distintas aproximaciones que desde la psicología se orientan a trabajar sobre los efectos de traumas históricos, ya sea a nivel individual o colectivo.
Siguiendo a Ricoeur sabemos que el uso de la memoria puede verse impedido en el individuo por diferentes patologías psíquicas, estos fenómenos psicológicos ayudan a comprender las patologías sociales del uso de la memoria. Freud estudió los obstáculos principales en el camino de la rememoración: los recuerdos traumáticos que no podemos asimilar, como la muerte de un ser querido, y mostró cómo opera el duelo en la aceptación de lo irreparable y en el reconocimiento de que el objeto de nuestro amor ha dejado de existir y solamente podemos recuperarlo y llevarlo en el recuerdo.  Si bien la interpretación meramente psicológica de la historia es reductiva, y pierde lo esencial, en un sentido por lo menos analógico se puede hablar también de traumatismos colectivos de la memoria, o de una memoria colectiva herida. Pero esta transposición de categorías propias de las patologías psíquicas de la memoria adquiere una significación mayor en tanto se la puede vincular a esa constante estructural de la historia y de la existencia política, que son los efectos de la violencia.
Jorge Jinkis coincide con La Capra en que la memoria se recupera por medio de relatos que si bien podrán se fallidos, esto no implica que carezcan de verdad.
Por otro lado aclara que no hay una política de la memoria que no suponga una violencia, es posible llamar memoria al retorno en el presente, un retorno indeseado e involuntario, de lo que rechazamos o negamos de nuestro pasado. En la producción de esos agujeros de nuestra historia ya hay involucrada una violencia, la memoria lo es también de los atentados que ella sufre. La memoria tiene un valor sintomático: algo de lo que no queremos saber nada llega  para importunar nuestro presente. La memoria tiene un lazo estrecho con la violencia, la sufre y también la ejerce.
El comienzo de una nación, su individuación histórica, muchas veces glorificada, encuentra siempre anudada la guerra o la violencia y la memoria. Podemos pensar que Violencias de la memoria significa entonces que la memoria es memoria de una violencia.
El trabajo de la memoria en un análisis no reside en rescatar los hechos de un pasado perdido, sino en apropiárselo y permitir su reintegración en nuestra historia. Lo determinante no es el pasado, sino la relación que se mantiene con él. Lo que Jinkis sugiere es que esto sea válido para el individuo, pero también en la historia de un pueblo.
Sin embargo, estas palabras, negación, olvido, adquieren otro valor de uso si las referimos a ciertos sucesos históricos.
El pasado que se rechaza sigue vivo y en un sentido es inolvidable. La memoria, en cambio, como reintegración del sentido que tiene nuestro pasado, permite un cierto olvido. Así como no se puede olvidar por decreto, tampoco se puede legislar sobre la memoria. Respecto del mismo hecho, hay una multiplicidad de memorias. Y el historiador tiene el trabajo de contar cómo se fueron construyendo. Pero eso también afecta a la historia. El pasado no es idéntico a sí mismo y la historia es una obra en movimiento que lo resignifica continuamente.
Ricoeur se posiciona a una distancia equidistante entre aquellos que defienden  la memoria  especialmente con los sucesos que se dieron a partir de la Shoá como Dori Laub y Shoshana Felman, citadas por La Capra, y aquellos que se inclinan por posicionarse a favor de la historia como P. Nora. Para Ricoeur debe existir una posición que no subordine la memoria a la historia sino que entre las dos haya una dialéctica distinguiendo en primer lugar una narrativa de primer orden propia de los testigos y otra propia de los historiadores que sería de segundo orden y que desarrolle un papel crítico con el que podría desenmascarar a los falsos testimonios. 
Se podría pensar a la historia desde el nivel social en paralelo con el rol del psicólogo a nivel individual, permitiendo superar diferentes patologías por medio del duelo o la rememoración.
Por su lado Jinkis señala que el siglo XX no solo conoció las más terribles matanzas y genocidios, sino también las formas más brutales de hacer desaparecer los documentos y testimonios, desde el ocultamiento y la destrucción de los cuerpos hasta la quema de libros. Pero si nos alejamos de la consideración de sucesos devastadores, no parece que haya que hacer una condena indiscriminada de la violencia. En el plano social y político, difícilmente los cambios significativos se produzcan sin violencia. Y también en cualquier otro campo de la acción humana. Eso es bastante evidente en el ámbito del arte; el creador rompe con normas preestablecidas, y el quiebre que niega una tradición es también un modo de reconocerla.

A manera de conclusión
Este trabajo intentó hacer un recorrido sobre algunos puntos todos relacionados con la memoria, el olvido y la historia, el recordar y rememorar. En la novela de Alcoba hay un capítulo que consideramos marca qué es el efecto de la memoria. La narradora adulta recuerda la primera vez que sus padres caen presos y el engaño (¿o deberíamos decir “embute”?) de los abuelos es una suerte de mentira piadosa: decirle que los padres están en Córdoba. La protagonista niña sabe que la ausencia no tiene que ver con el trabajo sino con una visita hace algunos años a Cuba. El nombre que le da a la muñeca que sus padres le regalan una vez que se reencuentran con ella, rito que permanecerá a los largo de la historia toda vez que se produzca un reencuentro, contiene el efecto que tiene sobre ella la memoria, “aunque sé que Córdoba no tiene nada que ver con esa historia, yo la llamo `mi sirenita rubia´ cordobesa” (Alcoba 2008: 31) .Como dijimos anteriormente, en el testimonio no tiene que haber necesariamente veracidad histórica, sí experiencia y decodificación de los hechos vividos.


Bibliografía:

Alcoba, Laura  La casa de los conejos, Buenos Aires, Edhasa. 2008

Jinkis, Jorge “El origen sangriento de la memoria”, “La partera de la historia tiene ayuda”, “La memoria en el museo” en Violencias de la memoria, Buenos Aires, Edhasa. 2011

Dominick La Capra “Testimonio de Holocausto: La voz de las víctimas en Escribir la historia, escribir el trauma, Buenos Aires, Nueva Visión. 2005

Lythorgoe, Esteban  “Consideraciones sobre la relación historia-memoria en Paul Ricoeur” Revista de Filosofía del campus de la Cátedra

Ricoeur, Paul “El perdón difícil” en La memoria, la historia, el olvido, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. 2000

Todorov, Tzvetan Los abusos de la memoria, Barcelona, Paidos. 2000

jueves, 9 de mayo de 2013

La animalización en El beso de la mujer araña de Manuel Puig


                                                 

Resumen:
El siguiente trabajo abordará el tópico de la Mujer Pantera y Mujer Araña   en la cuarta novela de Manuel Puig El beso de la mujer araña (1976) y la relacionará con la película homónima de Héctor Babenco (1985) y con el film Cat People (1942) de J. Tourneur, demostrando que la intertextualidad  no se reduce a un sólo medio, sino que permite entablar relaciones dialógicas con textos provenientes de diferentes artes.

 “Entre la escritura de tipo deconstructivo que me interesa y el cine, hay una relación esencial. Se trata de la explotación en la escritura, ya sea la escritura de Platón, Dante o Blanchot, de todas las posibilidades de montaje, es decir de juegos sobre los ritmos, de injertos de citas, de inserciones, de cambios de tono, de cambios de lengua, de cruces entre las «disciplinas» y las reglas del arte, de las artes… Se trate de deconstrucción o no, un escritor siempre ha sido un montajista. Y hoy, lo es incluso más”. (1).

Para comenzar el desarrollo del trabajo se debe tener en cuenta que la Intertextualidad,  término  que introduce  Julia Kristeva basándose  en el concepto de “dialogismo” de Bajtin, es el mecanismo por el cual el texto incorpora citas, referencias y alusiones procedentes de otros textos.
Barthes señala que  el texto no existe por sí mismo, sino es el entre texto de otros textos. Así la intertextualidad, condición de todo texto cualquiera que sea, no se reduce simplemente a un problema de reinfluencias o de fuentes; ya que el intertexto es una red general de fórmulas anónimas cuyo origen raramente es identificado, sino que es un sistema de citas inconscientes o automáticas dadas sin comillas.
De tal manera que podemos pensar a todos los textos como en una red donde cada uno se des-construye y se transforma en algo nuevo que se modifica a sí mismo y a los restantes como si estuviésemos en presencia  de un collage.

Con respecto a Puig todas sus novelas son textos que están atravesados por otros textos. A partir de allí se los puede pensar como huellas que ponen en escena varios y variados significantes. Hay un juego de diferencias y multiplicidad de significados, huellas de otros  textos.
Esa intertextualidad se manifiesta principalmente con el cine de   Hollywood de las décadas del ´30 y del ´40 del que era asiduo espectador.
 Recoge ese material y hace del mismo algo nuevo, distinto, innovador. Lo des-construye y vuelve a construir algo diferente y es allí donde encuentra su originalidad.
Según Piglia (Piglia 1993:114) Puig logra encontrar técnicas narrativas en una zona que no eran las comunes al canon de la literatura tradicional así como también introduce el folletín, las letras de tangos y de boleros que forman parte de su material narrativo y, al mismo tiempo, logra manejar el suspenso, la información lentamente introducida en el relato, la omisiones, los olvidos, el desenlace brutal y sorpresivo y así demostrar que las técnicas experimentales no tenían por qué alejarse del interés narrativo.
La primera experiencia que relaciona su escritura con el cine es como guionista. La intertextualidad mencionada se logra mediante el reemplazo de la biblioteca por las películas de cine, como él mismo comenta:
 “No tengo modelos literarios evidentes, porque no ha habido, creo, influencias muy grandes en mi vida. Ese espacio está ocupado por las influencias cinematográficas”(2)
En su primera novela La Traición de Rita Hayworth (1969) está la semilla que germina en EL beso de la mujer araña, es decir, un personaje que narra  películas y que entrecruza realidad y ficción, creando una nueva realidad que le permite escapar por medio del cine que representa una ventana al mundo, escapismo que aparece luego en varios de los personajes de sus novelas:
“…yo le cuento todo como es Buenos Aires y después todas las noches le cuento una obra distinta y después empiezo a contarle cintas y jugamos a cuál es más linda” (Puig 2011: 85).
Las mujeres admiradas por los personajes de Puig en  sus novelas son mujeres muy diferentes a las de su pueblo de General Villegas, de sus años de niñez y juventud.  Son mujeres en quienes se pone en juego  una ambivalencia que les permite un desvanecimiento enigmático de los límites de sus roles sexuales tradicionales.
Son estrellas que  representan siempre un tipo de mujer determinado, más allá del guión de la película que protagonicen. Como por ejemplo Bette Davis que siempre es la encarnación del mal, Marilyn Monroe, personificación de la “bella rubia” que posee todos los atributos sexuales para dominar al hombre, o la misma Rita Hayworth quien representa el drama pasional.
Son las Femme Fatal del cine negro.
La figura de la mujer está siempre presente en sus novelas, aunque no siempre es puesta en escena de manera idéntica. Siguiendo este pensamiento, El beso de la mujer araña puede relacionarse con Pubis Angelical (1979). Las dos novelas trabajan el tópico de lo femenino pero de manera antagónica. Mujer/Animal enfrentada a Mujer/Ángel. Estas dos visiones corresponden a una exageración que deforma la condición de mujer, es decir, no hay una real salida para la figura de mujer.


El Beso de la mujer Araña/Pantera:

La figura de Mujer Pantera hay que rastrearla en el cine y su creador es Val Lewton, productor de la película Cat People (1942) que se estrena en diciembre de 1942 bajo la dirección de J. Tourneur. La película cuenta la fábula de una maldición en la antigua Serbia por la cual las  mujeres se convertían en panteras.
Irena Dubrovna, su protagonista, sabe que pesa sobre ella la maldición, y teme que ante el peligro, los celos o el deseo hacia un hombre mute de mujer a pantera, dejando su calidad humana para llegar a ser un animal.
La relación que establece con Oliver, su esposo, despertará el terror a que lo que está en ella latente salga al exterior. Con esta película comienza la cuarta novela de Puig. (3)
“A ella se le ve que algo raro tiene; no es una mujer como todas… una carita un poco de gata… como los gatos” (Puig 1976: 9)
Molina se siente atraído por este personaje que no asume completamente su sexualidad, y que es capaz de dejarse ganar por sus más básicos instintos.
La ambigüedad caracteriza las primeras palabras de la narración de Molina.  La transformación del cuerpo de la mujer en pantera borrará los límites, desvaneciendo la división de lo humano y lo animal que queda puesta en duda al surgir la dicotomía de lo normal y lo monstruoso.
Pantera  (del latín  panthēra, y este del griego πνθηρ).
1. f. leopardo.  Negra.   
1. f. Variedad de leopardo de pelaje negro.
Es un animal con características ambiguas; por un lado seduce con sus movimientos y por el otro petrifica por el terror. En el acervo cultural de occidente, lo felino es algo que oscila entre lo animal, lo refinado, lo bestial y lo femenino. En la antigüedad clásica se pensaba que las ménades del dios Dioniso que se adornaban con pieles de leopardo, podían convertirse en panteras.
En la película las figuras femeninas representan dos posturas, la primera es la de Irena, que es planteada como la de una niña que no comprende el mundo adulto, que teme que se hagan realidad sus creencias; Oliver la trata como a una niña/objeto, ella es algo por lo que se siente atraído, Por otro la otra postura representada por Alice que encarna a la mujer adulta, la que comprende la situación de su compañero de trabajo y a la vez está en condiciones de consumar el acto sexual.
Pero esta figura de la mujer comprensiva, normal y sensata, teme y admira lo misterioso de Irena, aunque no está dispuesta a consentir que la seducción de la extraña tenga efectos duraderos  en el hombre que ella quiere para sí.
Según avanza la película, Alice y Oliver se van convirtiendo en los padres de Irena, la pareja se siente amenazada por la anormalidad de una esposa/niña/hija. Por eso trazan planes para su futuro, programan su vida, piensan en la posibilidad de internarla, sienten la necesidad de decidir sobre su futuro que presienten como algo malicioso para ellos mismos.
Hay dos escenas en la película de Tourneur que Molina narra en la novela que provocan la incertidumbre del lector/espectador marcando la ambigüedad del vaivén entre mujer/animal.
La primera es la persecución de Alice  por Irena, quien fantasea con la aniquilación de su rival. Esto se representa por medio del sonido de los tacones en el asfalto que pasan a convertirse en huellas de animal en el barro, y por la escena de las ovejas muertas, que representan una manifestación de los sueños de destrucción de la protagonista. Muchas de las teorías de Freud han sido usadas en el cine, como por ejemplo la función del inconciente –que queda puesto de manifiesto en esta escena- el retorno a lo reprimido, el drama edípico, la tendencia al narcisismo, la castración o la histeria y la represión de pensamientos que pueden manifestarse mediante sueños y pesadillas como se muestra en los sueños de Irena.
La segunda escena se desarrolla en el estudio naval y está representada por el rugir del animal y el juego de sombras. Esta escena marca la relación que hay entre la figura de la mujer pantera y lo diabólico de la leyenda serbia; planteado en la manera en que Oliver se defiende empuñando una regla T cuya sombra proyectada en la pared, simula una cruz.
El lector sabe, por el relato de Molina, que Irena desciende de esa zaga de mujeres panteras, que gracias a un pacto hecho con el diablo ante la inminencia de peligro o de excitación sexual saca a la luz la forma animal que lleva en ella latente.
La peligrosidad de la sexualidad de Irena es leída desde el discurso del antropo-logo-centrismo como algo tan radicalmente otro que remite a la figura de la bestia salvaje. Heredera de la fuerza de la femme Fatal,  representa la fuerza de la líbido de la mujer:
“…es como una alegoría, muy clara además, del miedo de la mujer a entregarse al hombre, porque al entregarse al sexo se vuelve un poco animal. ... Ha sido criada con la idea de que el sexo es sucio, que es pecado” (Puig 2005: 32)
El paso que va desde el cuerpo de Irena al de la pantera marca como lo monstruoso desarticula los límites entre lo humano y lo animal. Lo monstruoso aquí no remite a la idea de la intervención científica característica de la tradición fantástica heredada del expresionismo, sino que son seres simplemente “malditos”.
La mujer pantera es la representación ambivalente de esa figura del imaginario occidental que es a la vez objeto de deseo y sujeto portador del peligro más extremo. Esto está marcado en la película de Tourneur por la atracción que siente Oliver hacia Irena y a su vez las consecuencias aniquiladoras que provoca la liberación de los sentimientos de la misma.
El cine reflejaba por esos años a los monstruos de las películas de terror como personajes masculinos y a las mujeres como figuras victimizadas, dominadas por la ideología burguesa y por el psicoanálisis freudiano. Irena se escapa de ese modelo femenino de víctima, para ser ella misma quien genere el miedo. En la película se muestra que tanto Oliver como el psicoanalista no le temen porque no creen en su historia.
Esta posición de escepticismo es la que tiene Valentín frente al relato de Molina:
(Molina)“…no era solamente imaginación de Irena, realmente es una mujer pantera
(Valentín) No, es una psicópata asesina” (Puig 2005:39)
El mundo está presentado por Irena a través de su miedo a la sexualidad masculina, simbolizada en la película por medio del bastón/espada del psiquiatra. En su papel dominador/domador y subestimando sus miedos, Judd la besa en contra de su voluntad.  Ante esto, Irena se convierte en la mujer pantera.
La película termina con  un poema de John Donne que marca la incapacidad de la mujer de salir del mundo de la maldición de su raza para insertarse en el de Oliver.
 “Pero el negro pecado traicionó  a la noche sin fin.
Mi mundo son dos partes y ambas deben morir” (4)
Aquí la muerte de Irena no es catártica porque en este caso la heroína y el monstruo son lo mismo. La felicidad parece pertenecer a los que logran vivir sin el peso de la maldición, los que pueden dejar de lado los temores atávicos y entregarse al deseo y al amor consumado.
Molina, en la novela, al “traducir” la película de la mujer pantera relata lo que él cree que vio. Cuenta la película como si fuera un sueño, con olvidos, con fallas de memoria, con final deshilvanado.
Es  Valentín quien repone los olvidos de Molina al narrar las películas, especialmente la primera, haciendo una interpretación desde un paradigma psicoanalítico de lo que le cuenta su compañero.
(Molina) “Eso es todo imaginación tuya
(Valentín) Si vos también ponés de tu cosecha, ¿por qué yo no?” (Puig 2005: 26)
Es que siempre hay un resto que no se puede recuperar de los sueños, que no puede ser absorbido por la interpretación ya que la recuperación del discurso es limitado, como marca Derrida.
Ejemplo de esto es el final de la narración sobre la mujer pantera.
En la película la metamorfosis entre lo humano y lo animal es ambigua y esto se puede rastrear con el comentario de Oliver “no nos mintió”.
El  que narra Molina es otro diferente:
“Irena tiene la cara desfigurada de un zarpazo, está muerta” (Puig 2005: 41)
La  última imagen; aquí es la de la mujer que queda tendida en el pavimento, no hay ambigüedad como en la película.
La novela de Puig establece varias relaciones con lo animal, desde la escena donde el gato de Oliver rechaza a Irena,  hasta el alboroto que producen los pájaros al entrar al negocio con la intención de devolver al felino y llevarse en su lugar, un canario que terminará muriendo en las manos de la joven.
El mundo animal siente lo “raro” de Irena, lo decodifica y lo expresa por medio de escenas auditivas. Los animales pueden poner sobre el tapete “la necesidad de echar el mal al mundo” que marca el doctor Judd al finalizar su primera sesión de hipnosis. Irena finalmente, como profecía autocumplida, echa el mal pero reduce el mundo a su mundo particular y maldito.
En la novela Molina relata:
“Él (Oliver) está totalmente desorientado, no sabe qué decir, qué hacer con ese bicho raro con el que se ha casado” (Puig 2005: 32) (el destacado es nuestro)
Rareza que está permanentemente presente, ya desde el comienzo, como marcamos anteriormente.
Pero de toda la evocación del mundo animal, dos son las figuras de Mujer/animal que aparecen:
Mujer/Pantera que teme matar al hombre una vez que éste despierte en ella  el deseo por medio del contacto físico o de convertirse en fiera arrastrada por los celos; y  Mujer/Araña que no mata al macho después del coito, sino que lo enreda en su tela, lo atrapa.

El beso a la mujer araña:

La figura de la araña puede rastrearse en el mito griego de Aracné narrado en La Metamorfosis de Ovidio. La metamorfosis en general es un castigo por haber ofendido algún tabú, así Atenea castiga a Aracné por la indiscreción del tema erótico que representa en su tapiz que narra los amores de los dioses. 
Si bien los arácnidos poseen una mitología propia relacionada con leyendas en las que devoran a sus hijos, los protegen, o son seres humanos convertidos en insectos, en la actualidad estos insectos pueden poseer rasgos humanos. En la película de Héctor Babenco, la mujer araña posee atributos femeninos.
Puig retoma la figura y la hace oscilar entre la ambivalencia de la lealtad y la traición ya que la mujer araña es, según Valentín, Molina
Cuando éste reclama el beso prometido se establece el siguiente diálogo:
“- Tengo una curiosidad... ¿te daba mucha repulsión darme un beso?
- Uhmm... Debe haber sido el miedo que te convirtieras en pantera, como aquella de la primera película que me contaste
- Yo no soy la mujer pantera.
- Es cierto, no sos la mujer pantera.
- Es muy triste ser la mujer pantera, nadie la puede besar. Ni nada.
- Vos sos la mujer araña, que atrapa a los hombres en su tela
- ¡Qué lindo! Eso sí me gusta” (Puig 2005: 225/6)
El Beso, (del lat. basĭum, voz de origen celta) del título, remite a varios significados, dentro de sus definiciones hay dos que se pueden relacionar directamente con la novela:
Beso u otra manifestación de afecto que encubre traición y beso que se da en muestra de cariño y amistad. Es decir, el beso encubre la traición/afecto que ambos sienten uno por el otro. Es Valentín quien apoda a Molina Mujer araña y ese beso es el beso de la muerte. Ya en La Traición de Rita Hayworth podemos encontrar la figura de la araña relacionada con lo venenoso, con la muerte “ … ese lío de cañitos enredados como cuerpo de araña venenosa” (Puig 2011: 92)
El beso es el centro, el eje de la narración y la metáfora del miedo al deseo físico. El beso tiene consecuencias devastadoras por ser el beso de la muerte.
En el diálogo anteriormente citado aparecen las figuras de araña y pantera,  las mismas marcan un juego de espejos que se plantea a lo largo de toda la novela y que se refleja en los dos personajes. Molina/araña, Valentín/pantera que da el beso del final.
Molina representa para Valentín al terminar la novela a todas las mujeres salvo a la mujer pantera, pero muy especialmente a la mujer araña:
“… pobrecita… no puede moverse, ahí en lo más espeso de la selva está atrapada, en una tela de araña, o no, la telaraña le crece del cuerpo de ella misma, de la cintura y las caderas le salen los hilos, es parte del cuerpo de ella, unos hilos peludos como sogas que me dan mucho asco, aunque tal vez acariciándolos sean tan suaves como quién sabe qué” (Puig 2005: 243).
Esta reflexión que hace Molina es paradójica ya que por un lado la imposibilidad de moverse está marcando las limitaciones de su personaje que se ve a sí mismo como lo que no es (mujer) pero dicha imposibilidad crece desde dentro de el/ella mismo/a.
Puig relata que para encontrar un personaje para esta novela necesitaba que uno de los dos protagonistas defendiese el rol clásico de la mujer sometida, y para que esto tuviera lugar debía pensar qué tipo de mujer esta aferrada a ese sueño de realización amorosa mediante la sumisión. Debido a que ya casi no quedan mujeres con esas características, le pareció que un homosexual con fijación femenina, que aún no logra realizar la experiencia, puede creer y defender esa ilusión.
Molina teje para Valentín una red de películas narradas para acercarlo y seducirlo. Pero la araña, como ser ambivalente, puede llegar a jugar un doble juego en el que ella misma salga perjudicada. Molina tiende la red para que Valentín caiga, pero es él mismo el que queda atrapado.
La mujer araña queda atrapada en la misma tela que teje ya que participa activamente de toda la red de representaciones ideológicas que circulan en la novela. Esto se manifiesta en la inferioridad que el propio Molina se atribuye al marcar a la figura del heterosexual  como hombre normal:
“Sí, él (Gabriel) es un hombre normal” (Puig 2005: 56)
“…Empezá porque ya te dije que él es un tipo normal ¡Nunca pasó nada!” (Puig 2005: 62)
O a las letras de los boleros que se intercalan al final de la novela que perpetúan el esteriotipo de la mujer sometida placentera y concientemente por parte del varón, ante lo que Valentín se rebela:
“…no te tenés que someter” (Puig 2005: 211)
Esta capacidad de capturar está tanto en la novela como en la película de Babenco pero no en un cuerpo femenino, como se piensa tradicionalmente, sino en la seducción de un homosexual con cuerpo masculino. Molina tiene cuerpo de hombre, y Valentín se lo recuerda:
“ Mirá, vos sos hombre como yo, no embromés” (Puig 2005: 55)
Pero esto no es suficiente para marcar la identidad sexual de Molina que se piensa, y se representa como mujer:
“Mi verdadero nombre es Carmen, la de Bizet (Puig 2005: 61)
……………………………………..
“Esta mujer está jodida
¿Qué mujer?
Yo, pavo” (Puig 2005: 91)
Por otro lado, la muerte le posibilita a Molina la entrada a ese mundo de fantasías porque marca el devenir mujer-heroína de película.
Cuando relata la película nazi, Mollina glorifica la muerte de Leni en brazos del oficial nazi porque es una muerte “por amor”. Ese es el final más romántico y femenino que luego se convertirá en su propio final.
“…quedar limpio a los ojos de la persona amada, en un sentido romántico y muy femenino” (5)
Nada es lo que parece en la novela ni en las películas, la frase que Marta le dice a Valentín “Las cosas son como son” parece todo el tiempo no ajustarse a la realidad.
Esto se puede ver en la figura de la mujer araña que no mata después del coito sino que se representa en la figura del otro:
“O que yo no era yo. Que ahora yo… sos vos” (Puig 2005: 191)
Palabras que le dice Molina a su compañero después de haber tenido relaciones y buscar el lunar en la  novela y la cicatriz en la película que tiene Valentín junto a su ojo.
En la película brasileña no aparece la figura de la mujer pantera, la narración que abre la novela está omitida, sólo una muy leve y como al pasar referencia cuando Molina sale de la cárcel y va al cabaret sus “amigas” lo reciben con “el regreso de la mujer leopardo” aludiendo al chaleco que lleva puesto.
Babenco prioriza a la mujer araña, a diferencia de lo que pasa en la novela donde la mujer araña no está presente en ninguna de las películas narradas, sino que es sólo una personificación oral que hace Valentín la despedirse.  
La descripción de la mujer araña en la isla tropical  “vestía un vestido de lamé negro que se sentaba como un guante, pero la pobrecita estaba atrapada en una tela de araña que surgía de su propio cuerpo” se relaciona con la de la mujer dentro de su vestido equivalente a una vaina de la novela: “envuelta en su traje de lamé plateado se la ajusta la figura como a una vaina (Puig 2005: 49) y también “no puede moverse, ahí en lo más espeso de la selva está atrapada, en una tela de araña, o no, la telaraña le crece del cuerpo de ella misma, de la cintura, de las caderas salen los hilos… (Puig 2005: 243). Volviendo a marcarse ese rasgo de “rareza” con que se abre la novela.

De tal manera que el tópico de la mujer/pantera - mujer/araña se desplaza de la pantalla a la novela para volver a saltar al cine donde cada escritor y cineasta la trabaja con referencias que elige, con citas que van armando ese montaje propio al que alude Derrida, y que como marcábamos al comienzo, conforma una red en la cual estas dos figuras de la animalización de la mujer se interrelacionan.
 “Cuando la vi solo, en la cabina de montaje, antes de que saliera sobre la pantalla, estaba muy preocupado, me parecía muy distinta del libro... Pero cuando después la vi con el público fue una sorpresa enorme. Sentí que quien había realizado la película había alcanzado a comunicar mucho de lo que yo había querido decir con el libro. Por otros caminos, pero lo había hecho. Así es que puedo decir: ésta no es mi película, es la película de Babenco. Pero yo estoy satisfecho.” (6)


Corpus:

Puig, Manuel El beso de la mujer araña Buenos Aires Pooket, Grupo editorial Planeta, 2005.


Héctor Babenco,  El beso de la mujer araña, 1985



Notas:

(1) Derrida en español entrevista El cine y sus fantasmas en http://www.jacquesderrida.com.ar/

(2) Entrevista de Jorgelina Corbata a Manuel Puig en revista-iberoamericana.pitt.edu/ojs/index.php/.../article/.../3971

(3)  Seis son las películas relatadas por Molina, el protagonista de su cuarta novela El beso de la mujer araña, de ellas, cuatro pertenecen al cine de Hoollywood:

Cat People (1942) de Tourneur, The Enchanted Dottage (1945) de John Cromwell, que no es relatada verbalmente, sino que queda al nivel mental del personaje; una versión original del género  “carreras automovilísticas” y otra I walked with a zombie (1943) de Tourneur, con escenas de Rebecca (1940) de Alfred Hitchcock, y Jane Eyre (1944) de Robert Stevenson. 

Las dos que quedan son de creación propia, las cuales, aunque eligen otros modelos, delatan una evidente impronta del cine Hollywoodense: una película de propaganda nazi, Destino, con características del cine expresionista de los estudios alemanes UFA, especialmente “Die Grosse Liebe” (El gran amor, 1942) relato que será el centro en la película de Héctor Babenco, citas de películas de espionaje de los años 30 protagonizadas por Marlene Dietrich y Greta Garbo, y una recopilación de melodramas de cabarets mexicanos de los 40, junto con la famosa versión MGM de La dama de las camelias (1937) de George Cukor. (Speranza 1998)

(4) Jonh Donne, sonetos sagrados V

(5) Entrevista de Giovanna Pajetta a Manuel Puig aparecida en Crisis, Nº41, abril de 1986 en  http://www.literatura.org/Puig/repo_puig.html

(6) Ibidem



Bibliografía:

Puig, Manuel El beso de la mujer araña Buenos Aires Pooket, Grupo editorial Planeta, 2005.

José Amicola y Graciela Speranza compiladores Encuentro Internacional: Manuel Puig. Buenos aires, Beatriz Viterbo, 1998.

Puig, Manuel La Tradición de Rita Hayworth Buenos Aires Pooket, Grupo editorial Planeta, 2011

Graciela Speranza “Del escritor como contrabandista” en José amicola y Jorge Panesi coordinadores Manuel Puig. El beso de la mujer araña: edición Crítica. Colección archivos, 2000.

Francine Masiello “fuera de lugar: silencios y desidentidades en El beso de la mujer araña en José amicola y Jorge Panesi coordinadores Manuel Puig. El beso de la mujer araña: edición Crítica. Colección archivos, 2000.

Néstor Perlongher: Molina y Valentín: el sexo de la araña en José amicola y Jorge Panesi coordinadores Manuel Puig. El beso de la mujer araña: edición Crítica. Colección archivos, 2000.

Piglia, Ricardo “Manuel Puig y la magia del relato” en La Argentina en pedazos Buenos Aires. Ediciones la Urraca, 1993

Barthes, Roland “De la obra al texto” en El susurro del lenguaje Barcelona. Paidós, 1994

Amícola, José Manuel Puig y la narración infinita en http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/3238