Mabel había llegado al estudio
del Dr. Gutiérrez al otro día de haber recibido la carta.
Cuando la empleada unos días atrás se la entregó, quedó
sorprendida. “Sta. Mabel Fernández” ¿Cómo Fernández? Ella era hacía un año y
medio la Sra. Mabel
Escurra, la esposa del Dr. Agustín Escurra ¿Quién podía mandarle una carta con
su apellido de soltera?.
Abrió el sobre. Lo que leyó la
sorprendió:
“Sta. Mabel Fernández, sírvase presentarse en
mi estudio sito en la calle Viamonte
284 3 piso “C” a la brevedad posible. Asunto de absoluta reserva.
Saluda atte.
Dr.
Gutiérrez”.
No supo si contarle a Agustín.
Decidió guardar silencio. De todas maneras, pensó, no es algo relacionado con
él, la carta decía claramente “Sta. Fernández”.
Miraba el papel y trataba de
encontrar alguna señal, alguna pista ¿ de qué podía tratarse? ¿qué quería ese
tal doctor Gutiérrez? Todo le resultó muy extraño.
La puerta se abrió y la secretaria
del Dr. Gutiérrez la invitó gentilmente a pasar a la oficina. Del otro lado del
escritorio, el escribano, sin mirarla, le propuso que se sentara. Lo que tenía
que decirle era algo engorroso. Mabel se sentó y escuchó.
- Sta. Fernández, me ha llegado la
noticia que su tío, el Sr. Julián Fernández la nombró única heredera...
-¿Julián... heredera...?
-
La suma, continuó el escribano casi sin oírla, es de...
Con la mirada perdida en alguna
parte de la oficina recordó los treinta años que Agustín le llevaba, el
esfuerzo de cada noche para disimular lo
que sentía, en lo caro que le había costado ese apellido que lucía como
una costosa alhaja.
Cuando se recuperó escuchó su
propia voz que repetía “de haberlo sabido....siempre supe que no tenía que
tomar decisiones apresuradas…
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