sábado, 8 de marzo de 2014

Las voces




Mariana terminaba de cursar su última materia de la carrera de Historia; cuando a comienzo de ese año leyó un artículo en el diario sobre la canonización de  Juana de Arco que había realizado el Papa Benedicto XV; supo cuál sería el tema de su tesis.
Fue aquel domingo que entró a una iglesia de la orden de los dominicos
-         Historia Medieval –repitió el monje- muy interesante.
Mariana entonces le explicó qué es lo que estaba buscando, algún dato novedoso, algo que pudiera ayudarla.
-         En la biblioteca hay un documento traído por el padre André, junto con una carta, que se dice, escribió la madre de Juana.
-         ¿Puede usted mostrármela?

El anciano se levantó muy lentamente, y con un gesto invitó a que lo acompañe. El documento en cuestión era un interrogatorio al que Juana había sido sometida por una comisión de Teólogos en Poitiers, apenas podía leerse.

-         ¿Quién os ha mandado en búsqueda del Delfín de Francia?
-         Las voces, ellas me dijeron qué era lo que Dios quiere de mí.
-         Hablasteis entonces con Dios?
-         ¡No! Sólo con el arcángel Gabriel que me indicó que debía hacer…
-         ¿Y qué es, según vos, lo que Dios quiere que hagáis?
-         Salvar a Francia
-         ¿Creéis que sois tan especial?
-        
Con mucho cuidado, Mariana dio vuelta la página y para su sorpresa, había un segunda parte:
-         ¿Y cómo has llegado hasta su majestad entonces?
-         Vestida de paje

¿Vestida de paje?..Pero si en todos los documentos y libros de la época figura que Carlos VII fue quien se disfrazó para probar si Juana podía reconocerlo.
¡La carta! La abrió cuidadosamente. La madre de Juana le contaba al Papa Calixto II que el Delfín había traicionado a su hija, que le había tendido una trampa entregándola  a los seguidores del Duque de Borgoña quien la vendió a los ingleses, que  en el ataque de París ya había sido capturado y para salvarse, entregó a la joven.
Juana había jurado no difundir la cobardía del rey, pero su madre, dos décadas después, no pudo guardar silencio.

Mariana dejó de leer el libro y miró con curiosidad al fraile ¿por qué había permitido él que leyera esta carta que podía cambiar el cuso de la historia?
En voz muy baja el anciano respondió antes que Mariana formulara la pregunta:
-         Las voces me lo han pedido.


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